20 febrero 2015

Por qué creo que Wes Anderson merece ganar en los Oscars

Se acerca la fecha. El domingo es el gran día. Bueno, les dejo un artículo que escribí para El Espectador Avezado. Porque como me conocen mucho por acá, él es mi gran ídolo y por lo tanto el texto no deja de ser muy personal, no importa cuánto intente ser objetiva.


Escribir sobre este hombre es algo que me resulta tan fácil como difícil, así de contradictoria como soy con muchas cosas en mi vida. Por un lado, me encanta explayarme sobre él, y podría hacerlo por horas. Por el otro, me es difícil organizar todo lo que hay en mi cabeza.

Son muchos los méritos que tiene Wes Anderson y su última película, El Gran Hotel Budapest, para llegar a ser una de las dos películas más nominadas a los Oscars y que ya tiene en su haber otras estatuillas como la de los Golden Globes o la del sindicato de guionistas (Writers Guild Awards). Uno, es que se convirtió en un impresionante éxito de taquilla, sorprendente incluso para un director cuya película anterior, Un reino bajo la luna, ya empezaba a mostrar atisbos de encantar a gente que no solía gustar de su cine.

Además, El Gran Hotel Budapest es de las películas nominadas que más temprano se han estrenado en el año, por lo que el hecho de que se la siga teniendo tan en cuenta habla de algo que no es fácil de pasar por alto, un producto que vale la pena seguir teniendo presente. Y de paso, el film logra algún reestreno (sucedió en algunas ciudades de EE.UU. pero también en nuestro país).

Pero el detalle principal que hace especial, al menos para quien les escribe, una ferviente admiradora de su cine desde hace diez años, es el hecho de que Wes Anderson no tuvo que cambiar o abandonar su esencia para llegar a donde está ahora. Mientras en una época el director tenía su círculo de fanáticos pero también una horda de detractores (que los sigue habiendo, pero el bando ya no es tan claramente delimitado), y parecía estar destinado a ser un director al que sólo se lo podía amar u odiar, logra llegar a más gente con una historia que tiene muchos de los rasgos de su cine y una impronta visual con cada uno de sus sellos y más consciente que nunca de su estilo.

Wes Anderson no cambió para enamorar a Hollywood, maduró, sí, pero siguió siendo tan fiel a sí mismo como lo fue siempre.

¿Quién es este director? Es difícil imaginar que hoy en día alguien que disfrute del cine no sepa quién es Wes Anderson. El joven director oriundo de Texas y estudiante de Literatura comenzó a escribir guiones para luego filmarlos junto a su amigo Owen Wilson y sus hermanos.

Mientras su carrera comenzó con el pie derecho, con el corto seleccionado por Sundance y la posibilidad de hacer su largometraje homónimo, Bottle Rocket, la carrera de Wes Anderson no fue toda cuesta arriba.


Con su primer largo no le fue bien pero al menos pudo captar la atención de alguien como Martin Scorsese, con quien luego intercambiaría películas europeas que le sirven de inspiración para cada uno de sus películas, y conversaciones interminables sobre cine.

No importa que una de sus mejores obras sea su segunda película, Rushmore, donde además descubre, como dice el crítico Matt Zoller Seitz (que escribió el bello libro que todo fanático del director debería tener en su casa, The Wes Anderson Collection), que Bill Murray estaba triste.

Recién para su tercer largometraje Wes Anderson logra un elenco multiestelar, el primero de varios, y sigue sumando gente a su grupito de actores que repitirá película a película, como Anjelica Huston. Hablo de Los excéntricos Tenenbaums, una comedia agridulce sobre una familia con niños que prometían ser genios pero en su adultez son fracasados y se encuentran deprimidos, que viven con la sombra de un padre que los abandonó y que para recuperarlos alude a una falsa enfermedad terminal.


A Los excéntricos Tenenbaums le va bien en crítica y taquilla y es entonces cuando el director tiene la posibilidad de filmar con un presupuesto mucho mayor al que acostumbraba. Disney le produce la aventura de La Vida Acuática de Steve Zissou, con Bill Murray como un oceanógrafo que acaba de perder a su mejor amigo por un tiburón jaguar al que quiere cazar sólo para matarlo. Pero esta vez no le va bien y el film termina siendo un fracaso, lo que convence al director de volver a filmar con presupuestos pequeños. Y tras un viaje por la India junto a Roman Coppola y Jason Schwartzman, los tres escriben el guión de Viaje a Darjeeling, una historia sobre tres hermanos que vuelven a encontrarse tras la muerte de su padre para realizar un viaje espiritual a través de la India, que no va a salir para nada como estaba planeado.

Sin embargo, cuando se hablaba sólo de cómo Wes Anderson continúa repitiéndose a lo largo de sus películas, él se anima a realizar Fantastic Mr. Fox, que se caracteriza por ser su primera película animada, con la técnica del stop motion, y además su primera adaptación (antes eran sólo historias originales escritas en compañía de algún amigo como al principio lo fue Owen Wilson), de un cuento de Roald Dahl. El resultado es un film muy peculiar, de aquellos que probablemente disfruten más los adultos que los niños.


Y en su próxima película, pone a dos niños como el centro de la historia. Decide mostrar el amor inocente entre dos niños que quieren escaparse para estar juntos. Un reino bajo la luna es una historia de amor con inocencia pero en la cual los chicos no actúan como la mayoría de los niños, sino que parecen más adultos que los propios adultos, los cuales se encuentran inmersos en sus traumas y tristezas. Y Wes Anderson logra encantar por primera vez a un público más amplio, que se enamora con los protagonistas de esta historia.

Entonces aparece El Gran Hotel Budapest, una película ambiciosa, que desborda de su estilo visual, con un elenco multiestelar comandado por un Ralph Fiennes nunca visto antes (si me preguntan, la nominación que le faltaba a la película era ésta).

Wes Anderson no deja de ser él mismo e introduce temáticas recurrentes: repite la presencia de un narrador, como el de Los excéntricos Tenenbaums, pero acá le pone rostro; el protagonista, un hasta el momento desconocido Tony Revolori, es huérfano y va a encontrar a su familia en este hotel; hay muerte, pero esta vez ésta se encuentra multiplicada mientras Anderson se permite introducirse al género de policial pero sin abandonar su peculiar humor; y hay una historia de amor entre jóvenes que “estábamos completamente solos en el mundo y profundamente enamorados”.


¿Quién no querría ser un botones en el hotel Grand Budapest? El amor que Wes Anderson le imprime a cada una de sus películas, donde trabaja siempre con una sonrisa en su rostro (y si no me creen los invito a ver los detrás de escena de cualquiera de sus películas, que se encuentran tanto en los extras de los dvds como online) y está atento a cada detalle, sin dejar un objeto, un color, una sombra, una canción (porque la música es fundamental en cada una de sus películas) librada al azar. Así, siendo más él mismo que nunca, enamora a un público que en los primeros días tras su estreno logra recaudar 800.000 dólares en sólo cuatro salas.

¿Merece El Gran Hotel Budapest ser ganadora en los Oscars? Es obvio no puedo contestar otra cosa que sí, absolutamente. Aun cuando intento separarme de mi admiración incondicional hacia todo lo que hace este hombre, no puedo dejar de pensar el avance que sería en una academia generalmente tan predecible y correcta decida jugarse por premiar un film como este. De todos modos, la cantidad de nominaciones que recibió es un logro impensable hace apenas unos pocos años atrás para el director.


Ahora, ¿tiene buenas chances la película? Si me preguntan, creo que la única de las estatuillas principales que realmente tiene chances de llevarse es la de Mejor Guión. Entre Birdman y Boyhood se disputarán las categorías principales y ninguno de ellas debería ser al menos en esa terna una fuerte competencia para la película de Wes Anderson. Después, claro, entre tantas nominaciones, algunas técnicas, como Mejor Producción de Diseño por ejemplo.

Pero vuelvo a resaltarlo: que hoy una película de Wes Anderson esté nominada a 9 premios Oscars es algo que ni yo, que lo quiero y lo apoyo en todo lo que hace, hubiese podido predecir. Pero lo hizo, y si bien siempre digo que estos premios para mí no son garantía de nada (sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de las ganadoras nunca son las que yo premiaría), no deja de ser un reconocimiento enorme y que le seguirá abriendo puertas, si es que acaso él necesita más, para hacer lo que quiera, para seguir construyendo universos hermosos y únicos en los cuales me gustaría encerrarme a vivir.

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